La muerte del teniente coronel Francisco Javier Arana

La muerte del teniente coronel Francisco Javier Arana es de crítica importancia en la historia de Guatemala, pues fue un evento pivotal en la historia de la revolución guatemalteca: su muerte no solo abrió las puertas a la elección del coronel Jacobo Árbenz como presidente de la república en 1950 sino que también provocó una aguda crisis en el gobierno del doctor Arévalo Bermejo, quien se vio enfrentado contra un ejército que había sido fiel al mayor Arana, y a grupos civiles que aprovecharon la ocasión para protestar fuertemente contra su gobierno.

En 1947 el Dr. Arévalo, en compañía de un amigo y dos bailarinas rusas que estaban de visita en Guatemala, tuvo un terrible accidente automovilístico en la carretera a Panajachel: cayó al barranco y quedó gravemente herido, mientras que todos sus acompañantes murieron. Los dirigentes del PAR suscribieron un pacto con el teniente coronel Arana, en el que este se comprometía a no intentar ningún golpe de Estado contra el presidente convaleciente, a cambio de que los partidos revolucionarios apoyarían a Arana como su candidato oficial en las siguientes elecciones. Sin embargo, la recuperación del presidente fue casi milagrosa y pronto pudo hacerse cargo del gobierno nuevamente. Arana había aceptado este pacto porque quería ser conocido como un «héroe demócrata» de la sublevación contra Ponce y creyó que el «Pacto del Barranco» garantizaría su posición cuando llegara el momento de las elecciones a presidente.

Arana era una persona muy influyente en el gobierno de Arévalo, y había logrado ser nominado como el siguiente candidato a la presidencia, por delante del capitán Árbenz, a quien se le dijo que por su corta edad -apenas 36 años en ese tiempo- no tendría problema en esperar su turno para las elecciones siguientes.

De acuerdo a la constitución guatemalteca vigente en 1949, para que un oficial del ejército pudiera participar en las elecciones presidenciales debía renunciar a las fuerzas armadas en mayo de 1950, es decir seis meses antes de los comicios. Arana se vio entonces en la encrucijada entre el camino legal y el golpe de Estado, pues perdería su poder sobre el ejército al iniciar su candidatura presidencial, la cual se veía cada vez más débil. El sucesor de Arana como jefe de las Fuerzas Armadas era elegido por el Congreso de Guatemala entre tres nominados postulados por el Consejo Superior de la Defensa (CSD), ente formado por veintitrés oficiales, que incluía a Arana y a Árbenz como miembros por ser los mayores jerarcas militares del país, pero que también incluía miembros que eran electos cada tres años. Arana sabía que su sucesor iba a ser un oficial no-aranista y decidió influir en las elecciones del CSD de 1949; las reuniones dentro del CSD fueron tensas y no se llegó a ningún acuerdo, más que posponer las elecciones de nuevos miembros para julio de 1949. El viernes 15 de julio finalmente los aranistas se doblegaron y aceptaron que el voto fuera libre en las zonas militares y que los comandantes locales no supervisaran las votaciones.

Pero ese mismo día, Arana destituyó al coronel Francisco Cosenza, jefe de la Fuerza Aérea de Guatemala, y único arbencista entre los jefes militares; lo sustituyó por Arturo Altolaguirre Ubico sin pedir permiso al ministerio de la Defensa. Árbenz supo en ese momento que un golpe de Estado estaba en marcha y Arana, que estaba cansado de esperar, fue al despacho de Arévalo a enfrentar el 16 de julio; allí -según relatos posteriores pues no hubo testigos presenciales- le dio un ultimátum: Arévalo tenía que destituir a todo su gabinete y sustituirlo por colaboradores del militar o sería derrocado. Arévalo le dijo que le diera unos días para realizar los cambios ordenamente, a lo que Arana accedió, dando como plazo hasta las diez de la noche del 18 de julio -fecha en que se iban a iniciar las elecciones para el CSD-. Ricardo Barrios Peña le recriminó a Arana este acuerdo, pues consideraba que Arana debió haber tomado el poder inmediatamente; pero Arana estaba seguro de su victoria y que quedaría como un presidente constitucional tras ganar las elecciones, en vez de un líder de facto.

Después de que Arana se retiró, Arévalo mandó a llamar a Árbenz y a otros importantes colaboradores, quienes al conocer del ultimátum acordaron secuestrar a Arana y enviarlo al exilio; el 17 de julio, mientras Arana estaba en la Quinta Samayoa, seguro de su triunfo, el comité permanente del Congreso de Guatemala se reunió secretamente para destituirlo como jefe de las Fuerzas Armadas. El presidente de Cuba Carlos Prío Socarrás, quien era amigo de Arévalo, estuvo de acuerdo en otorgar exilio al coronel Arana, quien sería transportado a Cuba por el coronel Cosenza. Aunque el gobierno de Arévalo estaba seguro de que la captura del líder militar iniciaría una serie de descontentos por parte de los simpatizantes de Arana.

El lunes 18 de julio por la mañana, Arana se presentó en el palacio presidencial y le dijo a Arévalo que iba a El Morlón, la residencia presidencial a orillas del Lago de Amatitlán, para confiscar un lote de armas que Arévalo había escondido allí luego de que las autoridades mexicanas las confiscaran a un grupo de exiliados dominicanos a quienes el gobierno guatemalteco se las había regalado para derrocar a Rafael Leónidas Trujillo. Las armas habían sido sustraídas de la base militar del Puerto de San José y ahora iba a confiscarlas en la residencia presidencial.

El historiador Piero Gleijeses considera que la visita de Arana a Arévalo fue «la de un hombre impulsivo cuya paciencia estaba agotada y que fue al palacio para presumir de su poder y para apurar al humillado presidente a que cumpliera con su ultimatum rápidamente». Pero en lugar de amedrentar a Arévalo, lo único que consiguió fue que este supiera en donde iba a encontrarse y pusiera en marcha el plan para sacarlo al exilio; hábilmente, Arévalo le sugirió que se llevara al coronel Felipe Antonio Girón -jefe de la guardia presidencial- lo que confirmó a Arana de su aparente triunfo y de que Arévalo y Árbenz jamás se le enfrentarían.

Arévalo llamó a Árbenz para que se hiciera cargo de la situación, y este envió a varios hombres armados, quienes salieron desde la capital en dos carros e iban bajo las órdenes del jefe de la policía, teniente coronel Enrique Blanco y por el diputado del PAR Alfonso Martínez, un oficial retirado y amigo de Árbenz. Cuando Arana llegó al puente de La Gloria, un Dodge gris estaba parado allí obstruyéndole el paso. Después de la corta balacera quedaron tres fallecidos: Arana, su asistente el mayor Absalón Peralta y el teniente coronel Blanco. Los testigos presenciales nunca confirmaron cual fue el detonante de los disparos y si la intención había sido capturar a Arana como estaba previsto.

Referencias:
(s.f.). «The Death of Francisco Arana: a turning point in the Guatemalan Revolution». Journal of Latin American Studies (en inglés) (Inglaterra) 22: 527-552.

Sabino, Carlos (2007). Guatemala, la historia silenciada (1944-1989) Tomo I: Revolución y Liberación.

Sydney Shaw Arrivillaga
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